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Sombras del pasado 6

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labrujamala's avatar
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Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.  

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 6.

Laberinto.

Era extraño seguir las órdenes de una sombra, pero aun así lo hizo, dándose cuenta que tenía razón, de pronto una pared se abrió para darle paso, era un túnel secreto que podría liberarlo de la lujuria de Grune y llevarlo con su hermano.

— ¿Quién eres?

Pregunto de pronto al darse cuenta que no sabía quién le ayudaba desde su niñez, no era una sombra ni un remanente de su imaginación, pero aun así no tenía cuerpo físico, era como un espejismo con una voz que le hablaba en su cabeza, la cual nadie más que él podía escuchar, aun Jaga apenas pudo sentirlo cuando creyó que debía liberarlo de su amigo.

“No te preocupes por eso, primero debemos salir de aquí”

Daba ordenes como si se tratase de un militar, su voz era gruesa, parecida a la que él tendría cuando madurara lo suficiente, sus ojos eran rojos porque estaba enojado, era un ente dispuesto a vengarse o proteger a los que pensaba eran su descendencia, compartían algo de su don, no era inmortal, pero su cuerpo seguía oculto, ese demente lo tenía guardado en algún sitio fuera de su alcance, esperando el momento en que pudiera regresarlo a su jaula.

“Camina con las puntas de tus pies, que no te escuchen pero hazlo con rapidez, has recibido entrenamiento básico por lo que puedes lograrlo, cachorro”

Tygra le obedeció, buscando la forma de salir del castillo sin saber que Lion-O estaba ingresando, siendo conducido por Pumyra, la medico que le corto la melena y estaba haciendo rondas, una mujer extraña en la que supuso podía confiar.

–Necesito encontrar a mi hermano, mi Leoncito esta en peligro y debo protegerlo.

Su amigo guardo silencio por algunos minutos, inseguro, no deseaba dejarle buscar a un león, al rey de Thundera, entre todas los desagradables miembros de su clan, pero suponía que ese joven e inocente tigre aun no conocía a su raza como él, no sabía que lo mejor que le podía pasar era perderlo en esa guerra, asi la corona sería suya, el poder y su clan abandonaría el exilio, tomando el mando como era su derecho.

“Primero asegúrate de salvarte a ti mismo para después preocuparte por los demás, príncipe, de lo contrario nada de lo que hagas funcionara, porque ese tigre de sable nunca te dejara abandonarlo”

Tygra sintió un escalofríos, pero negó aquello con un movimiento de la cabeza, no abandonaría a Lion-O a su suerte, el era su Tyaty, su deber era permanecer a su lado, guiarlo, ser su pilar en los tiempos difíciles.

–No, si quieres salvarme, tendrás que ayudarlo a él también.

Casi pudo escuchar a su amigo gruñir por la molestia, pero suponía que no tenía otra opción mas que obedecerle, a menos que deseara que perdiera la vida, porque en ese caso, desobedecería sus ordenes en su cabeza para seguir las de su corazón e instintos.

“Esta bien, solo espero que no te arrepientas cachorro, los leones no son de fiar”

Aquello lo pronuncio con demasiado odio y si su don hubiera sido enseñado por uno de los suyos, cualquiera de los chamanes o guerreros que le poseía, Tygra hubiera notado una sombra con una apariencia similar a la suya, ojos rojos y rayas cubriendo su cuerpo, su ropa era aquella que usaba cuando fue asesinado, que no era un uniforme militar, sino una extraña túnica que dejaba algunas partes de su cuerpo al descubierto con hermosos tocados incrustados de piedras preciosas.

“Detente, ahora si usas tu don te darás cuenta que hay soldados apostados en los pasillos, cuenta cuantos son, si son dos sigue al primero y romperle el cuello, después guarda su arma en tu cinto”

Tygra no supo en un principio si podría matar a un lagarto con sus propias manos, eran sus enemigos, pero aun asi, quitarle la vida a uno de ellos era un acto demasiado salvaje, después recordando a su hermano menor, realizo el rápido movimiento que le quebró el cuello y guardo el arma en su cinto, aguardando otra indicación.

“El otro guardia vendrá a buscar a su compañero, en ese momento le rompes el cuello y guardas su arma, mantén una en tu cinto, la otra cargada en tu mano, ya sabes como hacerlo, pero no hagas ruido cachorro, debe haber una docena de esas sabandijas por aquí”

Era extraño seguir las ordenes de aquel espíritu, esa voz que apenas sonaba en su cabeza, pero tenía razón, parecía que sabía exactamente lo que estaba haciendo y le ayudo a moverse utilizando el sigilo y su agilidad en el castillo, guiándolo a la salida con demasiada facilidad.

“Espera, algo esta pasando, puedo sentirlo en el plano astral”

Tygra se detuvo oculto en una de las sombras de los pasillos, viendo como un grupo de lagartos corrían buscando algo, tal vez Grune se había dado cuenta que había escapado por lo cual tuvo que cubrir su propia boca con ambas manos, esperando una orden de su amigo, quien trato de moverse, alejarse apenas un poco para ver que era aquello que sentía lo inquietaba.

“No dejes que te vean, iré a dar un vistazo”

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Tygus y Leo estaban ocultos detrás de unas construcciones parecidas a panales, sus armas estaban a la mitad de la carga, sus enemigos habían caído uno por uno, parecía que el comandante no solo era un político, sino un verdadero guerrero, un estratega entrenado en el campo de batalla.

Sorprendiendo gratamente al tigre, que pensaba se trataba de un inútil, sólo un león que había heredado de su padre su puesto cuando sus hermanos, cada uno de ellos, menos el menor, habían perdido la vida en extraños accidentes planificados.

Tygus tampoco era un inútil, junto a Leo, parecía que ambos eran invencibles, la puntería del tigre era maravillosa, nunca fallaba un blanco, sus dones eran tan poderosos como los de la criatura y la belleza de sus movimientos en el combate lograban que su compañero se distrajera de momento.

–Esto es muy divertido Tygus, deberíamos hacerlo más seguido.

Tygus no respondió derribando al ultimo de los insectos de aquel sitio, entre las bombas, los pulsos eléctricos y sus balas habían logrado destruir a una buena parte de los soldados, que parecían eran inteligentes, porque algunos después de gritar asustados huyeron, sin embargo, aun les faltaba mucho para llegar a donde necesitaban hacerlo.

–Sí, pues yo deseo retirarme pronto, arriesgar mi vida por esa cosa no es de mi agrado.

Leo sonrió al escucharlo, su tigre se retiraría del campo de batalla, entre sus planes estaban llevarlo a un mejor lugar, unas habitaciones que fueran cómodas, con alimentos y lujos suficientes para que su vida fuera agradable, pero en las noches sus tareas no terminarían, como lo deseaba, como esperaba el momento en que por fin pudieran yacer juntos, celebrar su victoria.

– Tendremos un lugar a donde retirarnos Tygus, por eso no debes preocuparte, ya lo tengo todo planeado y sera hermoso.

Tygus no dijo nada al escuchar esa promesa que en vez de reconfortarlo le hizo sentir nervioso, escuchando un bramido proveniente del pasillo en donde los pequeños hombres insecto escaparon, el cual fue seguido de un temblor que le hizo apretar los dientes.

–Parece que algo interesante viene en camino.

Pronuncio Leo con demasiado interés, riéndose al ver que dos gigantescos insectos casi humanos ingresaban en ese cuarto cubierto por más de los suyos, o lo que quedaban de estos, quitina por todos lados, asi como un liquido naranja viscoso que comenzaba a solidificarse.

–Si tu llamas a eso algo interesante.

Leo asintió, en verdad lo era y le dejaría probar que tan útil había sido el tratamiento al que se había sometido por su propia cuenta, usando a los científicos de la nave para hacerlo un mejor soldado, un felino mucho mas fuerte, la clase de criatura que su amado tigre necesitaba a su lado.

–Claro que lo es, ademas, que podría pasar, esos pequeños no son tan fuertes.

No lo eran cuando estaban divididos, una buena parte enfrentándose a sus naves y vehículos de tierra, los que no tenía Tygus hasta que Leo llego con ellos, tampoco lo fueron cuando habían asesinado a todo el escuadrón con el cual ingresaron a esas habitaciones, pero probablemente dos de esos de unas diez veces su tamaño no fueran tan fuertes, sino más bien, inmensamente poderosos.

–Pero esos inmensos tal vez si lo sean.

Susurro Tygus apuntando a la cabeza de uno de ellos, disparándole con un cañón de plasma cargado, notando que apenas pudo mover al gigantesco insecto que cargo en su dirección tratando de aplastarlos.

–Tal vez, o tal vez sólo eres demasiado precavido.

Ambos felinos esquivaron a esas criaturas que se fueron a estampar contra la pared cercana, aturdiéndose ligeramente antes de atacarlos de nuevo, esta vez con algo parecido a un cañón que estaba en una de sus pinzas, su armadura aparentemente se trataba de algún material impenetrable, ya que las balas o el plasma no funcionaban con ellos.

–O tu eres un  demente, comandante, temo que no esta tomando esta misión con tanta seriedad como debería.

Leo frunció el ceño al escuchar esas palabras, tal vez tenía razón, pero estar a un lado de su compañero era una experiencia única, en especial cuando su tigre se preocupaba por su bienestar, tratando de proteger su espalda, decirle que hacer para que no fuera lastimado.

–Que puedo decir, el estar a tu lado me vuelve loco de placer, debo aceptar que estoy eufórico.

Eso ultimo lo dijo esquivando otra embestida, notando como Tygus abandonaba su cañón de plasma por un arma mucho menos convencional, una pistola pequeña con balas físicas, pequeños proyectiles que se encajaban en su objetivo.

Tygus comenzó a apuntar al insecto mas cercano y disparo, logrando que la bala se incrustara en uno de sus ojos, asombrándolos a ambos al escuchar un quejido que mas bien sonaba como un rugido, parecía que la energía los alimentaba pero esas primitivas balas les hacían daño.

–Parece que tienen un punto débil comandante.

Le informo jadeando al ver que Leo estaba a punto de ser embestido, pero de pronto, de alguna forma que no lograba comprender en vez de recibir el imparto de aquella bestia, lo detuvo con algo de esfuerzo, como si tuviera la fuerza de un elefante, haciendo que maldijera de pronto.

–¡En nombre de los cuatro!

Leo sonrió al ver su sorpresa, apretando los dientes para inmovilizar a aquella criatura, empujándola con demasiado trabajo sin darse cuenta que la otra, la que estaba casi ciega comenzaba a correr en contra suya, a punto de aplastarlo en contra de su par, quien empezaba a cargar su arma, la que estaba dispuesta en la pinza.

–¡Leo quítate del camino!

Le grito disparándole a la criatura que estaba dispuesta a matar a Leo con una sola de sus esferas de plasma, cegándola y provocando que su proyectil fuera  a dar contra su par, al mismo tiempo que Leo saltaba esquivando el golpe, la poderosa carga de energía que fue a dar en contra del que disparaba, ambos dañándose al mismo tiempo.

–Creo que eso fue todo Tygus, tienes muy buena puntería.

Tygus al ver que ambas criaturas estaban en el suelo preparo su arma para disparar de nuevo esperando que con eso por fin dejaran de moverse ya que aun estaban tratando de levantarse, pero Leo le indico que no lo hiciera, orden que obedeció sin hacer preguntas.

En vez de eso piso a la primera a la altura de la cabeza y a la segunda, con la fuerza de sus puños le abrió el caparazón utilizando una grieta en el mismo para arrancarle un órgano que bien podrían ser un corazón.

– ¿Que eres? ¿Como hiciste eso?

Le pregunto sin saber que decirle, porque parecía que Leo era por mucho mas fuerte de lo que felinamente podía serlo, retrocediendo un paso cuando se acerco a él con una amplia sonrisa, manchándolo de la sangre de aquellas criaturas al sostenerlo de la barbilla.

–Cuando me conociste era solo un enfermizo león que tuvo suerte de nacer vivo, ahora, con ayuda de el arte llamada bioingenieria, pude mejorar mi cuerpo para ser lo que tu necesitas, no iba a dejar que mi compañero tuviera a un amante indigno de su grandeza.

Así que los dos eran fenómenos pensó Tygus, comprendiendo que las ocasiones en las cuales habían peleado con su comandante solo estaba jugando con él, dejando que lo empujara o golpeara recordando aquella ocasión en la cual le quito el casco, tal vez para reírse de su esperanza o darle seguridad.

–¿Lo sabe Lord Mum-Ra?

Leo comenzó a reírse de aquella pregunta, su tigre pensaba que Lord Mum-Ra era omnisciente, pero distaba mucho de serlo, apenas podía ver algunas cosas en su fuente a la mitad de su sala mortuoria, pero solo aquello que le interesaba, era como uno de aquellos cuentos que leían las madres felinas a sus hijos, siempre haciendo la misma pregunta esperando escuchar la misma respuesta.

–Lord Mum-Ra no ve más allá de sus narices mi compañero, él no sabe que pronto caerá y que yo heredare su reino, como el nuevo señor de los felinos, de todos los animales.

Tygus estaba a punto de contradecirlo, pero prefirió guardar silencio al recibir un beso de su compañero, quien había modificado su cuerpo para el campo de batalla, con inciertos resultados, pero necesitaba saber cuales eran ademas de la fuerza que iba más allá de la de cualquier felino.

–Sesha, dime las coordenadas de la piedra.

Con esa orden evito que hiciera más preguntas, enfocándose en su misión actual que era recuperar la piedra de guerra, la cual estaba oculta por otras dos criaturas como las que habían destruido, en lo que parecía ser un nido, oculta entre varios huevos que Leo destruyo sin piedad alguna, bañándose con un liquido asqueroso, manchándolo a él con esta sustancia al darle la piedra.

–Guárdala, tu se la darás a Lord Mum-Ra, quiero que te recompense con algunos días de descanso por un trabajo bien hecho.

Tygus asintió, que mas podría decirle que no demostrara el miedo que sentía en ese momento, al ver que Leo había jugado con su propio cuerpo, haciéndose superior a lo que pensaba era en el pasado.

–Sí, comandante.

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Lion-O caminaba tratando de no permitir que su dolor fuera descubierto, Pumyra iba un poco adelante, su paso firme guiándolo por los pasillos de la casi destruida Thundera, demasiados heridos estaban en las camillas, algunos de ellos eran ejecutados en el acto, otros tantos atendidos y mucho más, llevados a otras salas.

Los lagartos estaban haciendo una purga de su gente, asesinando a los que aun seguían siendo fieles a la corona, de pronto Pumyra se detuvo en medio de lo que parecía ser el ala medica principal.

Ella había visto como asesinaban a sus padres, fieles creyentes de las reglas de Thundera, asi como había estado presente durante la llegada de Grune el Destructor, era uno de los pocos felinos que comprendía con exactitud lo que estaba ocurriendo.

Así que de pronto se detuvo y colocando una rodilla en el suelo, espero que su amado señor que le había dado una nueva vida ingresara en esa ala que no era más que una trampa muy bien ideada para separar al joven monarca de la espada del augurio, volviéndola inútil.

–Eres mucho más estúpido de lo que lo pensé, Lion-O.

Aquella voz era la de Grune, quien salio de las sombras vistiendo su armadura dorada y una corona en su desagradable melena, una enorme sonrisa en sus labios, Pumyra sonrió de medio lado, observándole de reojo cuando la criatura descarnada abrió los ojos rojos, los que brillaban en la oscuridad.

–Tan imprudente como todos los de su especie.

Grune sabía que Lion-O no dejaría atrás a su preciado Tygra, él también lo deseaba y no renunciaría a un regalo como ese, ni siquiera porque su destino fuera en las manos del verdadero rey, su Tyaty siempre había sido suyo, aunque en realidad, no tenía la fuerza para doblegarlo, ni hacer uso de sus dones como era lo correcto, ni siquiera de su belleza.

–¿Donde esta la espada Grune?

Pregunto la criatura, quien a pesar de que ese joven león tenía la melena recortada se daba cuenta que se trataba de una copia casi exacta del traidor original, quien retrocedió varios pasos, al mismo tiempo que la puma se levantaba para besar su mano con delicadeza.

–Has hecho un buen trabajo pequeña, me alegra saber que aun existen verdaderos felinos entre ustedes.

Grune hizo una señal de pronto para que le trajeran a la clérigo, la mujer que había peleado valientemente por la espada pero aun asi había sido derrotada, lanzándola como si se tratase de un costal, arrebatándole la espada antes de eso, la cual estaba dormida, su ojo cerrado.

–Aquí la tiene mi señor.

La criatura trato de sostenerla pero no pudo, la energía de la espada lo rechazaba y tuvo que retroceder algunos pasos, sintiendo un terrible dolor, maldiciendo que alguno de aquellos felinos hubiera logrado sellarla, para que él no pudiera tocarla, como si esperaran su regreso.

–Parece que tendremos que usar un felino para transportarla y a uno de estos clérigos para que la libere de su hechizo.

Pronuncio la criatura, al mismo tiempo que uno de los lagartos la guardaba en lo que parecía ser un cofre de oro, con la forma de un cráneo que no era felino, pero casi era idéntico a uno de los suyos.

–Sólo me interesa la piedra de guerra después de todo, mi verdadera espada se encuentra perdida en algún punto de este sucio planeta.  

Lion-O apenas podía creer lo que había pasado, corriendo al encuentro de Cheetara, quien recibió su ayuda con una mueca de dolor, al mismo tiempo que la sombra que había sentido el cambio en el plano astral observaba la traición que sufría el joven príncipe.

–¿Porque nos has traicionado?

Pregunto el príncipe a la puma, que estaba esperando recibir algunas ordenes de su señor, una entidad que su familia y algunos otros felinos aun adoraban, creyendo que solo sirviéndole habían tenido gloria, una que se perdió por culpa de aquel llamado Leo y su Tyaty.

–Sí no pueden conservar la corona no merecen portarla.

Fue su respuesta, estaba demasiado segura de sus palabras, en cambio Grune lo hacia para tener poder, para poseer a su hermoso tigre, al cual le había prometido jamas dejarlo solo, nunca permitir que se interpusieran en su destino, en especial cuando se dio cuenta que lo estaban educando para servir al joven león como su consejero, pero también como su amante.

–Pero descuida Lion-O, yo cuidare muy bien de mi futuro consorte, mejor de lo que tu lo harías.

La sombra estaba demasiado distraída observando aquella patética escena, sus ojos rojos fijos en los del joven león que parecía que no comprendía lo que estaba pasando, sintiendo lastima por el, por ambos hermanos, pero a quien debía proteger era a quien portaba el don, el que de alguna forma tenía su sangre.

–Cachorro...

Susurro la criatura, sus ojos fijos en el felino atrapado en el plano astral, quien retrocedió al ver que lo habían descubierto,  alejándose con la rapidez con la cual un ente sin cuerpo ni materia atraviesa planos inexistentes, regresando con Tygra para decirle lo que había visto, suponiendo que tenían que salvar a ese joven león de una muerte segura.

–Tienen a tu hermano y a la espada.

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Tygus no creía que necesitara informarle o pedirle permiso a su compañero para poder verle por lo cual, ignorando las miradas cargadas de odio de los leones, sus armas y su silencio, ingreso en su territorio buscando al comandante.

Su reunión con la criatura había sido por demás desagradable, de alguna forma esa cosa siempre lograba tocarlo, hacerle sentir como si lo estuviera devorando lentamente, sus ojos rojos fijos en su cuerpo, sus manos acariciando su cabello o sus hombros, aun sin atreverse a poseerlo.

Y después de lograr evadirla, en vez de ingresar a sus propias habitaciones o a las duchas que utilizaba hasta ese momento, decidió que lo más seguro era pedirle ayuda a Leo, su orgullo resultaría lastimado, pero al menos su cuerpo seguiría siendo su propio templo, no el de su señor.

El comandante se encontraba sin la mitad del uniforme, revisando algunos archivos en su terminal cuando escucho sus pasos, sus orejas se movieron ligeramente, pero no dio señal alguna de notarlo, ni siquiera cuando Tygus se detuvo enfrente suyo, sus ojos fijos en los azules de Leo, que seguían leyendo aquella información.

–Leo...

Su proclamado compañero siguió leyendo sus archivos por algunos cuantos minutos más hasta que por fin decidió que ya era momento oportuno para descansar, apagando el dispositivo, mirándolo de pies a cabeza con una gran sonrisa.

–Tygus, a que debo el placer de tu visita, pensé que después de nuestra misión no querrías saber nada de mi hasta que te mandara llamar.

Eso habría sido en cualquier otra ocasión, pero el comandante había salvado su vida, suponía que lo correcto era agradecerle sus esfuerzos, mostrarle su gratitud, ademas, estaba demasiado nervioso, seguro que la criatura trataría de hacerlo suyo cuando bajara la guardia, estaba tan eufórico que suponía necesitaba utilizar esa energía en algo productivo para esa bestia, como torturar a alguno de sus esclavos o realizar otras actividades.

–Salvaste mi vida y la de mis soldados.

Tuvo que explicarse, Leo asintió, eso era cierto pero suponía que como su compañero ese era su deber, protegerlo del peligro, después de todo no quería que nada le pasara a ese hermoso cuello, mucho menos a esas deliciosas rayas o a todo su tigre en general.

–Soy tu compañero, ese es mi trabajo y lo hice con placer.

Pero también esperaba que su tigre comprendiera hasta donde podría llegar para protegerlo, hacerle ver cuanto lo amaba y cuanto lo necesitaba, no sólo era un político, sino también un guerrero, después de todo, sobrevivir a sus hermanos y a su padre había sido una victoria tan grande como lo sería derrotar a la criatura.

Tygus asintió, pero la verdad era que su intervención había sido como un milagro, de no ser por el comandante, él y sus soldados habrían perecido en las manos de Mum-Ra, quien no les había dado las suficientes armas o provisiones para una batalla como la que tuvieron que librar, asi que deseaba agradecerle su protección, sin contar que por el momento, creía que el único lugar seguro de la lujuria de la bestia eran esas habitaciones.

–Yo... yo quisiera agradecerte lo que hiciste, como tu compañero.

Pronuncio tratando de llamar la atención de Leo, quien arqueo una ceja demasiado sorprendido, Tygus respiro hondo, no esperaba que su comandante se negara a recibir su justo pago por sus servicios.

Ni que le hiciera ser excesivamente claro con lo que deseaba, Tygus esperaba que de solo tenerlo a su lado aceptara su agradecimiento, que lo hubiera abordado apenas ingreso en sus habitaciones, pero aparentemente podía controlar sus instintos cuando lo deseaba.

–No quiero obligarte a hacer nada que tu no quieras, pero si tu insistes en ello, pues... no lo se... no creo que pueda negarme.

Leo estaba encantado con aquella sugerencia, Tygus deseaba agradecer su ayuda, pero no sabía como, esperaba que con algo de calor, algunas caricias o una sugerente imagen que le ayudara a conciliar el sueño después de complacerse a si mismo, porque seguía firme con su deseo de tomar a su compañero cuando fuera el emperador.

Tygus al escucharle decir aquellas palabras se acerco un poco más, recargando su frente contra la suya, restregando su cabeza con delicadeza para después llevar sus manos al pecho de su comandante, deteniéndolas por encima de su torso, sonrojándose cuando se dio cuenta de lo suave que era su pelaje.

–Quisiera darme un baño después de la misión que tuvimos, pero no me siento seguro en las instalaciones de siempre, no me gustó la forma en que esa cosa me miraba cuando le entregue la piedra.

Le explico, esperando que sus celos le ayudaran con su repentino cambio de actitud, deseaba agradecerle su ayuda pero al mismo tiempo quería seducirle, hacer que su compañero le deseara más, esperando que su aliciente funcionara como una carnada.

–Estas insinuando que te darás un baño conmigo, en mis habitaciones.

Tygus asintió llevando sus manos al cierre de su uniforme, abriéndolo con delicadeza, desnudándose lentamente, todo ese tiempo seguro que Leo no podría rechazarlo, mucho menos evitar tocarlo o poseerlo.

–Si, también podríamos dormir juntos, si no es una molestia o un atrevimiento de mi parte.

Susurro en su oído dejando caer la mitad de su uniforme, notando un ligero estremecimiento de su compañero, el que se decía serlo, su comandante, quien de pronto llevo sus manos a su cintura, relamiéndose los labios.

Quien era él para rechazar un regalo como ese, cuando su tigre estaba tan impresionado con su rescate que deseaba compensar sus esfuerzos con un poco de calor, un pago justo se dijo, desnudando a su tigre, una tarea para la cual, aparentemente era demasiado bueno.

–Claro que no, me harías un león sumamente feliz al poder bañarme contigo, es más, en este preciso momento estaba disponiendo de un largo baño en tina.

Le informo, deteniéndose de pronto a la altura de su sexo, pero ignorando su deseo para poder bañarse en compañía de su tigre, el que le observo fijamente cuando se desnudo el también, notando varias marcas en su cuerpo, algunas heridas de batallas, otras resultado de intentos de asesinato, pero una de ellas era de cuando su padre quiso matarlo apenas era un cachorro.

–Que coincidencia.

Tygus al ver que Leo lo esperaba cerca de una de las puertas de aquellas instalaciones lo siguió lentamente, sintiendo de pronto como su comandante colocaba una mano detrás de su espalda, guiándolo a su tina, una especialmente grande en la cual podían caber al menos seis personas.

–Yo no lo llamaría coincidencia, sino una obra del destino, asi que por que no vienes conmigo, sera un baño placentero en una tina, estoy seguro que nunca has disfrutado de una con anterioridad, mi hermoso tigre.

Susurro esta vez, acariciando su marca, ayudándole a ingresar en la tina para que pudieran darse un baño, todo ese tiempo sus manos en su espalda o caderas, sin dejar de tocarlo un solo instante.

– Mi compañero.

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Muchos siglos después, un soldado con un uniforme negro observaba Thundera con unos lentes de aumento electrónicos integrados a un casco que cubría su rostro, había estado presente durante la caída del imperio y no le preocupaba demasiado, esa no era la primera vez que pasaba ni sería la única.

Lo que si le preocupaba era la proclama de ese tigre dientes de sable y la cosa descarnada envuelta en un manto rojo, no era su problema el destino de los príncipes, el trato de advertirle a Claudius, pero ese león idiota no le hizo caso, seguro que lo mejor era ignorar la tecnología, abrazando su ignorancia, su salvajismo, su avaricia porque su sangre mantuviera la corona sobre su cabeza.

Sin embargo, creía que el don era poderoso en ese tigre y lo necesitaba para abrir la puerta del plano astral, su poder le daría vida a otro más, con los conocimientos necesarios en magia negra.

El guerrero de uniforme negro se dio cuenta también, que después de salir de aquella casucha, esta era atacada por varios lagartos y ese tigre dientes de sable en persona, aparentemente los habían traicionado.

–Parece que nada nunca cambia.

Susurro con diversión, saltando a uno de los tejados para correr en dirección de la torre que sabía se trataba de las alcobas del rey, después de todo, fue allí que Claudius decidió ignorar sus consejos, negarle su pago, cuando era demasiado poco lo que le pedía.

El soldado enmascarado se movía con rapidez, tal vez con demasiada, utilizando su fuerza superior para derribar a los lagartos, usando sus armas para después cambiarlas por una nueva, seguro que ese pequeño tigre aun estaba en esa alcoba, nadie podría ayudarle.

Pero cuando entro el joven Tyaty ya no estaba presente, alguien le estaba ayudando y creía saber de quien se trataba, por lo cual simplemente sonrió debajo de su mascara tecnológica, abriendo los pasadillos que solo el rey tenía derecho a utilizar, los que su compañero había descubierto por su propia cuenta.

Siguiendo un rastro de silenciosa muerte, esperando encontrar al pequeño Tyaty, el que trataba de seguir su camino en dirección del trono, sus instintos gritándole que su Leoncito lo necesitaba.

Era un joven hermoso, el que usaba el camuflaje a su antojo, no obstante sus lentes de visión nocturna le dejaban ver el rastro de calor de su cuerpo cuando estaba ahorcando a uno de los lagartos que aun estaban de pie, al que le disparo antes de que pudiera dar la alarma.

Alertando al joven tigre, que no lo vio hasta que lo sostuvo del cuello, empujándolo contra la pared, haciéndole una señal para que guardara silencio colocando una mano en sus labios.

–No hagas nada tonto, no tengo ningún decoro en matarte, pequeño Tyaty.

Tygra no se movió en un principio, cuando el soldado enmascarado disparo a sus espaldas varias veces, matando a otros lagartos y a unos cuantos felinos, tomándolo de la muñeca para llevarlo a un lugar seguro.

–Guarda silencio y has lo que yo te diga si quieres ver a tu hermano con vida de nuevo.

Aquello hizo el truco, porque inmediatamente Tygra dejo de luchar, asintiendo, no podía dejar que lastimaran a su hermano menor, su deber era protegerlo de cualquier daño, el era el mayor, el Tyaty, los ojos y oídos del rey.

– Muy bien, iremos por el, lo sacaremos del castillo y tu me ayudaras con un pequeño favor que te pediré después.

Tygra asintió, sin importarle que tuviera que hacer protegería a su hermano, logrando que aquel guerrero con una extraña mascara sonriera, asintiendo, esa era la clase de actitud que le gustaba en un Tyaty, que su lealtad estuviera enfocada en su señor, no que se le enfrentara a cada momento, pero de esa forma no sería tan divertido.

– ¿Donde esta Lion-O?

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Tygus salio de la bañera con ayuda de Leo, quien lo condujo a sus habitaciones, cubriéndolo con una toalla mullida, ayudándole a secarse con ella, recorriendo sus músculos a través de la barrera de tela.

–¿Tienes hambre Tygus?

El tigre negó aquello, aunque tenía hambre deseaba dormir primero, por lo cual dejo que Leo lo condujera a su cama, despojándolo de su toalla antes de buscarle algo de ropa.

–Debo tener algo para ti en este guardarropa.

Leo portaba una toalla amarrada a su cintura, por lo demás estaba desnudo y suponía que como el, dormía con la ropa interior estándar de cualquier felino, pero, sospechaba que la que le podría dar su comandante era un poco más pequeña.

–No creo necesitar una pijama Leo, ni tu tampoco.

Le informo sentándose en su cama, cruzando sus piernas para ocultar un poco su cuerpo al mismo tiempo que le insinuaba que podía verlo desnudo, tenerlo en su cama de aquella forma.

–Me temo que sí los dos estamos desnudos no podre controlarme cuando mi excitación, mi deseo por ti, se manifieste.

Tygus se relamió los labios, comenzando a pensar que prefería que lo tuviera de una vez a que aguardara hasta que se hicieran con la victoria, por alguna razón, pensaba que si lo poseía como tanto deseaba, una vez que su deseo fuera saciado, ya no lo seguiría buscando, ya no lo necesitaría a su lado ni lo vería como un premio.

–Ademas, se que nunca has compartido tu cama con nadie más y la primera vez debe ser una ocasión memorable, algo digno del momento.

Tygus no supo que decir, preguntándose como era posible que Leo supiera que se trataba de un virgen, seguramente al ser varón intuiría que ya habría dormido con otras hembras, sólo que sus compañeras habían muerto en varias misiones antes de que pudieran estar juntos.

–Tu cuerpo en mi cama es un regalo para mi, un obsequio cuando yo mate a Lord Mum-Ra, tu virginidad es mía Tygus, ya te lo había dicho.

El tigre no supo que responder, sintiendo como Leo llevaba su mano a su mejilla recorriéndola con delicadeza, depositando a su lado ropa sencilla, prendas blancas que usaban todos los felinos debajo de su uniforme.

–Se que tuviste varios prospectos, tigresas ejemplares que pudieron ser tus compañeras, pero...

El tuvo que matarlas, no en persona, pero si al mandarlas a una misión suicida de la cual era seguro no lograrían regresar, no dejaría que lo tuvieran, su tigre solo le pertenecía a él, su amado no tenía porque rebajarse a aceptar cualquier hembra como su compañera, mucho menos le permitiría abandonarlo en los brazos de alguien más.

–Perdieron la vida antes de que lograran unirlos, así que nuestra primera noche juntos debe ser perfecta, en nuestro hogar, cuando tu compañero sea el señor de los felinos y tu su compañero, su consorte y Tyaty.

Tygus asintió recibiendo la ropa que Leo le ofrecía, tragando un poco de saliva, cuando su comandante lo beso en los labios, ambos aun estaban desnudos y podía ver que no era ajeno a su presencia en su cama, si estiraba una de sus manos podría sentir cuanto lo deseaba.

–¿Porque esperar?  

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Este capítulo está dedicado a todas las hermosas personas que me han dejado algún comentario, ustedes me animan a seguir escribiendo estas locuras.

Hubo un empate entre casi todas las preguntas, a excepción de Grune, nadie quiere que posea al joven tigre.

Leo no se cobro su ayuda, pero Tygus quiere pagarle, agradecerle su amable actuación, pero ahora surge una duda...  

¿Hasta donde les gustaría que llegara?


Ahora del 1 al 10:

1 siendo una tranquila noche durmiendo en la misma cama pero sin tocarse, 10 permitiendo que Leo le posea en esos momentos.  

De responder esa pregunta, me harían muy feliz.
Comments4
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Guardian-2401's avatar
Porfavor continuala no se que sucede pero si es algo importante te comprendo te esperare aquí pero no tardes :) 🙏🙇