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Encuentros Fortuitos 7

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Encuentros fortuitos

Capitulo 7.

— ¿Cuánto tiempo tardara antes de que ese cachorro quiera presumir su victoria? — Pregunto Bengalí, abandonando el juego de ajedrez para servirse otro vaso de licor.

— No lo hará, Leo es diferente.

— Eso piensas ahora. — Bengalí estaba genuinamente preocupado por la seguridad y la falta de sentido común que Tygus estaba mostrando. — Pero cuando ese león obtenga lo que desea de ti te abandonara.

Tygus no contradijo las palabras de Bengalí, tampoco tuvo una oportunidad, ya que de pronto Torr se interpuso entre los dos tigres tratando de llamar su atención, era una de sus noches libres antes de una misión importante, no debían echarla a perder discutiendo sobre el comandante Leo.

— ¡Tiempo fuera! — Pronuncio interponiéndose entre ellos.

Tygus inmediatamente decidió escucharlo, no discutiría con Bengalí por cosas sin importancia, ellos eran sus hermanos de armas, el comandante solo era algo pasajero, bien sabía sus limitaciones y Leo era una de ellas.

— Tienes razón, Torr, Leo sólo es algo pasajero.

Aquello provoco que Bengalí sonriera, aunque no estaba del todo convencido de la repentina claridad en el pensamiento de Tygus, ya había sido castigado una vez por causa del comandante y seguía insistiendo en verle.

— Es bueno escucharlo, Tygus, eso quiere decir que ya no volverás a verlo.

Tygus le observo de reojo, suspiro mesando su melena y poco después regresando a su asiento movió una de las piezas del tablero, quería distraerse un poco y esa era la mejor forma que conocía de hacerlo.

— Me temo que no es tan fácil Bengalí.

Aquello llamo la atención de Bengalí, así como de Torr, quien se acerco a su amigo de mayor edad, quien parecía tener un aire de superioridad, como si supiera algo que ellos no.

— ¿Por qué no? — Pregunto el tigre albino. — Sólo es sexo.

Para Tygus no se trataba únicamente de sexo, el estaba enamorándose de Leo con tanta facilidad que le asustaba, era casi como si sus destinos estuvieran conectados, una idea que le parecía ridícula, porque si existía un destino, este debía odiarlo porque le puso al servicio de Lord Mum-Ra.

— Teniendo en cuenta que es mi superior, que Lord Mum-Ra me ha ordenado espiarlo y que nos acompañara a la siguiente misión, yo lo veo físicamente imposible… — Pronuncio Tygus observando el reloj que colgaba en la pared, el cual señalaba que casi era hora de terminar esa reunión. — A menos que pierda la vista.

— No te hagas el gracioso. — Lo reprendió Bengalí con un gesto de molestia.

— ¿A qué te refieres con que nos acompañara en la misión? — Pregunto Torr sirviéndose un poco de licor.

— Lord Mum-Ra decidió que el debe acompañarnos. — Fue la respuesta sencilla de Tygus.

— ¿Por qué? — Pregunto Bengalí, sin comprender cuál era la razón para recibir semejante humillación, ellos eran su escuadrón de elite y ese león era únicamente un burócrata. — ¿Qué hemos hecho mal?

Tygus sabía que no habían hecho nada malo, su escuadrón al menos, él por otra parte estaba jugando con fuego y en el momento en que Lord Mum-Ra supiera de sus encuentros fortuitos en esa nave sería severamente castigado, si no es que asesinado.

— Si quieres puedes preguntárselo a Lord Mum-Ra en persona porque yo no lo sé.

Nadie se atrevería a cuestionar las ordenes de Mum-Ra, sí lo hacías significaba que dudabas de sus decisiones, lo que te convertía en un traidor y estos no tenían una vida muy larga en esa nave.

— ¿Cuál será esa misión?

— Tampoco lo sé.

Aquella situación era demasiado extraña, Tygus siempre tenía en la mano toda la información necesaria para llevar a cabo los barridos planetarios, la búsqueda y recuperación de artefactos y de vez en cuando, en los momentos que se necesitaba de mucha precisión así como de cierto sigilo, los asesinatos de quienes se ponían en contra de Lord Mum-Ra.

— ¿Qué se supone que sabes? — Arremetió Bengalí verbalmente.

Hasta el momento habían cumplido con cada una de las misiones con el mayor de los éxitos y sin embargo, aquí estaban ellos, siendo humillados por su señor.

— Me imagino que el comandante Leo nos dará los detalles antes de partir, mientras tanto… — Explico Tygus con cierto aire de superioridad. — Tal vez tengas otras preguntas que hacerme teniente Bengalí.

Tygus no sentía la necesidad de ofender a su amigo, sin embargo, al mismo tiempo le retaba a continuar cuestionando sus motivos.

Antes de que Bengalí pudiera hacerle alguna pregunta más a Tygus, Torr, el menor del grupo y el único que no era un tigre volvió a interrumpirlos.

— ¡Mientras tanto no hay que desperdiciar el tiempo ni los regalos concedidos por Lord Mum-Ra! — Dijo Torr repentinamente colocando varios vasos de licor en la mesa con una gran sonrisa.  

Bengalí tomó el vaso suspirando, Tygus vio de momento el licor y Torr, tratando de que sus amigos rayados se alegraran un poco quiso ofrecer un brindis.

— ¡Por la gloria de Lord Mum-Ra y sus bendiciones! — Dijo Torr con una gran sonrisa.

Bengalí asintió y levanto el vaso repitiendo su homenaje con facilidad, Tygus por otro lado se petrifico algunos momentos, pensando en las palabras que eran pronunciadas por sus amigos, dudando si las bendiciones de Lord Mum-Ra eran suficientes para brindar por ellas.

Preguntándose por primera vez en su vida si unas horas libres, un poco de comida y de vez en cuando unas palabras de aliento a cambio de sus vidas, el tiempo que están dudaran, eran suficiente para sentirse agradecidos.

Sí debían bendecir aquellas acciones con alegría, en las horas que supuestamente eran suyas para hacer lo que ellos quisieran, para poco después regresar al campo de batalla ofrendando su vida y su cuerpo para esa criatura de piel azul.

Tygus noto que sus dos amigos le observaban confundidos y sin más pronuncio el homenaje a Lord Mum-Ra con la misma convicción de siempre, las palabras resbalaban por sus labios con tanta facilidad que le hizo sentir enfermo de momento, dándose cuenta al mismo tiempo que ya no las creía.

Su meta había cambiado, ya no quería ser el comandante, ahora daría lo que fuera por tener tan siquiera un poco de libertad, compartir su vida con quien él quisiera y no quien le era impuesto, aun si eso significaba ser uno de los más débiles eslabones de los felinos, aun sí aquello significaba arriesgar todo lo que había obtenido, que no era nada en sí, sólo castillos en el aire.  

Probablemente era la culpa de Leo, el comandante tenía el don de meterse en su cabeza e implantarle ideas extrañas, la libertad era solo un sueño que no podría alcanzar y lo mejor era que dejara de soñar con eso.

Tigris se lo había dicho, mientras más deseas lo inalcanzable más te duele tu caída cuando te das cuenta que esto no puede suceder.

— ¡Y por una misión exitosa! — Pronunciaron los tres al mismo tiempo.

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— ¿Por qué haría algo así? — Pregunto Panthera alarmada.

No le gustaba la idea de que Leo saliera de la nave y su amigo parecía que únicamente se preocupaba por alguna marca en el cuerpo del tigre, la cual era irrelevante para su rebelión.

A menos para ella lo era, Leo se comportaba como si ese acto fuese lo peor que pudo haber ocurrido, debía convencerlo de encontrar una forma para que se cuidara las espaldas de su amante.

— Yo no lo sé, pero no puedo negarme y lo sabes. — Le dijo su comandante recargado en la pared cercana, sus ojos azules enfocados en el suelo.

— Como sabes que esta no es una misión de asesinato. — Dijo Panthera, recordando que no sería la primera vez que algo como eso ocurría.

— Tygus no permitiría que me mataran. — Pronuncio con demasiada confianza. — Además, si el saco de huesos me quiere muerto porque no hacerlo aquí o él mismo.

— Porque eres demasiado insignificante para él, porque Tygus sería una mejor herramienta para hacerlo… tal vez por eso deja que uses su cuerpo.

Leo no dijo nada, pero negó aquello con un movimiento de la cabeza, podía leer a Tygus como un libro abierto y lo que ellos tenían no era una mentira, era algo que se tenía poco en esa nave.

Podría llamarlo amor, pero estaba seguro que Panthera solo se reiría de él y de sus palabras.

— Tygus no es como tú lo piensas.

— ¿Cómo se supone que es? — Pregunto la mujer de pelaje celeste.

— Es… diferente.

Leo no sabía cómo describirlo, solo que la persona desalmada, el soldado leal a Lord Mum-Ra por sobre cualquier individuo o situación, era solo una fachada, una barrera que se construyo para poder sobrevivir.

— ¡Ni siquiera lo conoces!

Aquello provoco que Leo apretara los dientes, pero ella no se amedrento, lo que sabía del capitán le helaba la sangre y no podía comprender como unas rayas bonitas convencieron tan fácilmente a su amigo de su supuesta inocencia.

— ¡No has escuchado suficientes historias sobre su persona como para saber que te miente!

— ¡No es verdad! — A Leo no le gustaba discutir con Panthera.

Pero no dejaría que los chismes nublaran la mente de su amiga, Tygus era una buena persona y sería mucho más fácil tener éxito en su rebelión si él estaba de su lado.

— ¡Lo mismo dicen de ti y de mi! — Panthera debía comprender que tenía razón, palabras venenosas circulaban en la tripulación haciendo que los animales no confiaran en ellos completamente, era mejor si los tenían separados. — ¿Cuál es la diferencia entre nosotros y Tygus?

— Tygus no me da una buena espina, te estás enamorando demasiado rápido de él, casi ni lo conoces.

Leo trato de controlar su enojo, ella tenía razón, era casi como si de la noche a la mañana se hubiera enamorado del capitán, sin embargo, esa no era la verdad, ya que se enamoro en un solo día.

— Tygus salvo mi vida durante una rebelión, cuando yo era solo un cachorro, de las manos de un chacal.

Esperaba que aquella fuera la respuesta que necesitaba para que Panthera dejara de preocuparse por su seguridad, aunque sabía que no seria así.

— ¿De qué estás hablando?

Leo suspiro, aun recordaba ese día con claridad, el rostro de Tygus entre los felinos sometiendo a los rebeldes y a ese enorme chacal bañado en las luces rojizas que acompañaban las sirenas de alarma de cualquier motín.

— Cuando acababa de morir mi padre yo creí que era una buena idea probar los códigos de seguridad que me dejo, vagar por los pasillos, de pronto comenzó un motín y me vi atrapado en él.

Ese fue uno de los peores y de los mejores días de la vida de Leo, quien había perdido la confianza en los demás para ser rescatada por un joven recluta, ese era Tygus, lo reconocería donde fuera.

— Tan rápido como empezó un felino llego de la nada y me llevo lejos enfrentándose a un chacal de casi el doble de su tamaño, mayor fuerza y más experiencia.

Panthera sospechaba hacia donde iba esa historia, cruzo sus brazos y espero escuchar lo que Leo tenía que decirle.

— Pude haber muerto o ser castigado severamente por encontrarme en ese lugar, pero Tygus me salvo y mucho más importante aún, me hizo confiar otra vez en los demás, me hizo darme cuenta que aun existía gente buena en esta nave.

Tal vez aquella historia era real, pero aun así habían pasado demasiados años desde ese momento y Tygus pudo haber cambiado, tanto como Leo cambio del cachorro desconfiado y huraño al líder amable que los llevaría a la victoria.

— Fue… fue como si el destino lo hubiera puesto en mi camino, casi como un regalo…

— ¿Tygus? — Pregunto incrédula. — ¿Un regalo?

— Tal vez no me crees en este momento, pero te demostrare que Tygus no es lo que tú piensas.

— Has lo que desees Leo, solo espero que no seas tú el decepcionado.

— Tygus no me decepcionara.

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Algunas horas después Tygus y Leo se encontraron en el puente, Torr y Bengalí ya estaban revisando los últimos detalles mecánicos de sus naves de caza, al mismo tiempo que su capitán trataba de obtener algo de información de la misión que realizarían.

Su junta se realizaba a pocos metros de distancia de los camaradas de Tygus, de quienes había logrado hacer una investigación profunda para saber qué clase de felinos eran, Bengalí estaba encargado del apoyo médico, Torr de las comunicaciones y la tecnología, Tygus era el encargado de las acciones ofensivas.

Tygus estaba observando los mapas, grabando la información en su implante mecánico solo en caso de que la misión fuera mucho más complicada de lo que parecía en un principio.

— ¿Te das cuenta que esta puede ser nuestra primera cita? — Susurro Leo con una sonrisa en sus labios, verificando que ni Torr ni Bengalí los escucharan.

Tygus prefirió ignorarle de momento, solo Leo podría pensar en algo como eso, ¿Una cita? Ni siquiera sabían si regresarían con vida de su misión y ya estaba haciendo planes dementes para estar solos, fuera del alcance de las cámaras de la nave.

— Tú y yo fuera de la nave por primera vez… yo diría que hasta suena romántico.

Insistió Leo, viendo que Bengalí y Torr terminaban con sus tareas previas al despegue, estaban a punto de acercarse a ellos para arruinar el momento íntimo que acababan de ganar.

— Sólo dices tonterías, Leo, en vez de pensar en una cita deberías concentrarte en la misión, no creo que sea tan fácil como lo piensas.

Ese planeta no le daba una buena espina, las fotografías tomadas por el dispositivo explorador señalaban que no había civilización alguna en ese lugar, una fauna animal que parecía de nivel medio y elementos climáticos que parecían ser bastante inhóspitos, sin embargo, no era nada que no pudieran controlar con su tecnología.

El único problema era que los exploradores nunca presentaban información del subsuelo y por lo que podía ver, una de las edificaciones tenía una gran profundidad, en la cual entrarían a ciegas.

— No digo tonterías, además… si no lo sabes estaré concentrado en cuidar tu espalda.

— Y yo me pregunto… ¿Quién cuidara mi espalda de ti, comandante? — Pronuncio Tygus guiñándole el ojo.

— Eso sería sí tu quisieras que la cuidaran, pero te gusta exactamente lo que hago con tu espalda. — Rascándose la barbilla y aprovechando la ligera molestia de Tygus, quien suspiro sumamente incomodo, finalizo con la misma facilidad con la que daba sus órdenes. — Con todo tu cuerpo en sí.

— Como dije antes solo dices tonterías.

Leo sonrió de nuevo y de pronto endureció su expresión, Bengalí y Torr se acercaron deteniéndose frente a ellos, el tigre blanco le miraba de forma neutral, el ocelote parecía sonreírle de manera jovial, aunque sabía que Torr estaba de su lado y el médico le odiaba.

— Comandante… Capitán. — Pronunciaron al unisonó.

Saludándolos de manera formal golpeando su pecho con el puño cerrado para después colocar sus manos detrás de su espalda, esperando las órdenes que se les encomendaban, Tygus utilizo la misma postura, y espero sus órdenes, sus rasgos de repente se endurecieron.

— En el planeta ustedes sobrevolaran la superficie de la zona marcada en el mapa, en donde ustedes nos dejaran por un lapso de doce horas, después de esas doce horas regresaran por nosotros y con suerte tendremos las coordenadas de la computadora central que nos señalo el libro del augurio. — Pronuncio Leo con una expresión decidida, observando a sus tres soldados.

Leo señalo el lugar donde serian abandonados en el mapa, era una construcción que parecía de cierta forma avanzada, allí había una computadora que aparentemente tenia coordenadas para encontrar la siguiente piedra de guerra.

— En la superficie Torr buscara la forma de ingresar en la seguridad del complejo para que podamos entrar, Bengalí tendrá la sala de emergencias lista para cualquier imprevisto, nosotros entraremos en el complejo.

Era suficiente información para sus soldados, aunque debía recordar que estos no respondían a sus ordenes sino las de Tygus, quien le dio su lugar sin siquiera pensarlo.

— ¿Alguna pregunta? — Pronuncio Tygus una vez que Leo termino de darles sus órdenes.

— ¿Qué hay en ese complejo? — Inicio Bengalí.

— Eso lo averiguaremos una vez que bajemos al complejo… — Tygus observo a Leo de reojo y finalizo. — Lo que buscamos son unas coordenadas que nos lleven en dirección de la siguiente piedra de guerra.

Tanto Bengalí como Torr asintieron y Leo caminó en dirección de su nave de caza, la cual tenía una insignia diferente, la que mostraba su rango, a su lado se detuvo Tygus, rozo con las puntas de sus dedos la insignia de su propia nave y después se abrió la compuerta.

— ¿Sabes pilotear una de estas? — Le pregunto Tygus mirándole de reojo con una sonrisa imperceptible en sus labios.

No sabía si Tygus le hablaba en serio o solo estaba bromeando con él, de cualquier forma le demostraría que era tan bueno como el piloteando una nave, bueno, tal vez no fuera tan hábil como su amante pero no era un completo inútil.

— ¿Estas retándome? — Pregunto Leo escuchando que las otras compuertas se abrían al mismo tiempo que las suyas. — ¿O sólo quieres ser amable?

— Ambas, aunque estaba pensando que tal vez sería una buena idea que recogieras tu melena… — Pronuncio Tygus rascando su barbilla. — Para que no te estorbe la vista.

— No… — Dijo Leo guiñándole el ojo. — Mi melena y yo nos llevamos muy bien… además, se de antemano que es uno de mis mejores atributos.

— Yo pensé que tus ojos era uno de esos, pero como tu gustes comandante.

Poco después Tygus subió en su nave de caza, Torr y Bengalí ya los esperaban, Leo suspiro poniéndose un poco más serio aunque sus mejillas al mismo tiempo que se sonrosaba ligeramente, esperaba que la misión no fuera tan engañosa como lo pensaba, porque en ese caso no llevaban las provisiones, los hombres, ni la maquinaria necesaria.

Leo siguió su ejemplo y una vez que su nave estaba lista para iniciar el vuelo decidió que era momento de pronunciar algunas palabras de aliento, no quería perder a sus hombres y debía cuidar su fachada como el comandante del ejército de Lord Mum-Ra.

— Marchemos hacia la victoria y encontremos utilizando el máximo de nuestras capacidades lo que Lord Mum-Ra nos ha encomendado.

Leo esperaba que sus palabras fueran las adecuadas, aunque se sentía enfermo por la sinceridad que logro imprimir en ellas, ya que sabía que con cada nueva piedra que Mum-Ra tuviera en sus manos su libertad se hacía mucho más lejana.

— Ya escucharon al comandante. — Pronuncio Tygus. — Por la gloria de Lord Mum-Ra.

Aquellas palabras le molestaron a Leo, aunque bien sabía que el había sido el causante de que Tygus y sus soldados siguieran su corto alegato de coraje, aunque no podía negar que lo hacía sentir celoso.

— ¡Por la gloria de Lord Mum-Ra!

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La lealtad de Tygus, y su escuadrón, era refrescante, no por nada los había elegido como la elite de sus felinos, la pureza racial de Bengalí y su capitán estaban más que comprobadas, por un momento dudo sobre el valor del ocelote en sus fuerzas especiales, sin embargo su capitán tuvo razón, era la pieza que le faltaba para terminar de formar su escuadrón más glorioso.

El cual esperaba que fuera solamente conformado por tigres, aquella raza felina que era su favorita entre todas las demás, imitando la población que conformaba en su mayoría a sus fuerzas especiales, ya que ellos eran hermosos, fuertes y agiles, así como orgullosos.

Y ese orgullo era sin duda una de sus características favoritas, aquello que les llevaba a servirle de las mejores formas posibles, generación tras generación, dejando a Tygus como el mejor de todos sus soldados.

Por eso Lord Mum-Ra estaba seguro que Tygus no le fallaría en detectar cualquier indicio de traición en el joven comandante, que si bien parecía un soldado implacable y ambicioso parecía planear algo que no alcanzaba a comprender del todo.

Eso no le gustaba, mucho menos después de la sospechosa explosión en uno de los túneles de su dominio, durante la cual su comandante y su elemento favorito estuvieron encerrados demasiado tiempo, sin ninguna clase de vigilancia.

Para Lord Mum-Ra era obvio que su comandante deseaba a su capitán y esa ambición que encontraba interesante en el joven león podría llevarlo a pensar en que podía decidir como comandante y su mano derecha el destino de los habitantes de esa nave, aun el destino de Tygus, pero esa era una facultad que solamente él podía tener.

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Tuvieron que pasar varias horas de viaje antes de poder encontrar un sitio que les permitiera aterrizar sus naves de caza, al contrario de lo que supuso Leo al principio era imposible que tanto Bengalí como Torr se mantuvieran sobrevolando la estructura que fotografió la nave exploradora.

Por lo que decidió que lo mejor era que los esperara en ese punto hasta que recibieran un mensaje que les ordenara recogerlos, si eso no ocurría en las próximas dieciocho horas, Torr tendría que llamar por algunos refuerzos.

Eso si la atmosfera pesada del planeta lo permitía, aunque Leo estaba seguro que ellos podrían encontrar la estructura donde se encontraban las coordenadas que el costal de huesos deseaba, por lo que no serían necesarios refuerzos.

Ambos llevaban mascaras de oxigeno, cada rastro de su piel estaba cubierta con su uniforme, apenas podían escuchar sus voces a través de la estética, mucho menos ver los movimientos del otro, ni el paisaje que parecía estéril de no ser por los repentinos movimientos de la fauna, una que era de un tamaño considerable, parecida a insectos que se escondían entre las rocas de minerales desconocidos.

Tygus usaba la máquina de su ojo izquierdo para guiarlos, todo el tiempo con su arma de asalto apuntando el frente, Leo apenas podía ver sus alrededores y su arma, un rifle de balas expansivas lo tenía preparado, imitando la postura del capitán.

La fauna parecía ignorarlos, de vez en cuando una de las criaturas aladas sobrevolaba sus cabezas pero sin hacerles daño, haciéndoles pensar que tal vez ellos eran tan extraños como esas criaturas lo eran para ellos.

Por fin después de dos largar horas de camino encontraron la entrada a la estructura de una civilización que parecía ya no encontrarse en ese planeta, Tygus se detuvo a unos metros de la puerta en lo que Leo oprimía una serie de símbolos en lo que sin duda alguna debía ser una cerradura.

Leo sabía que debía esperar por Torr para que el abriera los cerrojos, pero después de tratar de comunicarse con sus compañeros y solo encontrar estética supo que estaban solos.

Un silbido le aviso que las puertas ancestrales comenzaban a abrirse y de pronto una luz de color azul ilumino sus rostros, varios de los extraños insectos volaron, huyendo de la luz, un poco de vapor les evito al principio ver el interior de la estructura que parecía aun funcionaba por fuerzas automáticas, para después despejarse y mostrar un pasillo que les recordó de alguna forma el lugar del que habían venido.

Leo entro primero seguido de Tygus, quien cuidada su espalda de la fauna que hasta el momento no les había prestado atención, al cerrarse las puertas un nuevo sonido mecánico les indico que se estaban sellando las puertas y la luz de color azul parpadeo dos veces.

Tygus dejo de apuntar la puerta para posar sus mirada en el pasillo estéril que les aguardaba, Leo se quito la máscara de oxigeno y la parte de su uniforme que le evitaba ver con claridad.

El capitán de las fuerzas especiales estaba a punto de reprenderlo si no supiera que Leo tenía alguna razón para quitarse la estorbosa máscara de su uniforme, su comandante señalo un instrumento que media las condiciones ambientales de los planetas que visitaban señalándole que dentro de esa estructura las condiciones para la vida eran perfectas.

No debían desperdiciar el oxigeno que llevaban con ellos, por lo que Tygus también se quito la máscara, respiro hondo y se acostumbro a la luz de color azul, al mismo tiempo la máquina de su ojo se ponía en descanso.

— ¿Ahora hacia donde? — Pregunto Tygus.

Leo no tenía la más remota idea por lo que instintivamente reviso lo que parecía ser una pequeña computadora de las que había en la nave, presiono varios símbolos que le parecían de cierta forma familiares y después de algunos minutos estaba seguro de algo.

— No tengo ni la más remota idea. — Respondió Leo con tranquilidad, encogiendo sus hombros.

Tygus suspiro e inmediatamente trato de localizar a sus compañeros, en esencia a Torr, esperando que de alguna forma dentro de esas instalaciones la señal pudiera llegarles.

— Torr, me copias Torr.

Insistió varias veces al mismo tiempo que Leo seguía introduciendo extraños códigos en la computadora esperando que de alguna forma se pareciera a la de su nave, cuyos códigos y secretos conocía de memoria.

— ¡Maldición! — Se quejo Tygus, golpeando la pared cercana.

De que les servía tener un experto en maquinas cuando no podían comunicarse con ellos.

— Creo que encontré algo. — Dijo Leo sintiéndose aliviado.

Tygus se acerco a él para ver que era aquello que había visto su comandante, quien le mostro una especie de mapa que señalaba varias habitaciones, una en el centro a la que solo se le podía acceder si atravesaban un elevador y varios pasillos.

— ¿Qué es lo que ves? — Pregunto Tygus.

— Mi instinto dice que tal vez esta habitación sea la que contiene la computadora central. — Le explico Leo no muy seguro.

Tygus paso una mano sobre su cabello, no le gustaba la palabra instinto, era parecida a la magia y al destino, algo que no podían controlar del todo.

— ¿Cómo lo sabes? — Quiso asegurarse.

Leo era el comandante, al final era quien decidía que hacer.

— Llevo años aprendiendo del libro, esta computadora es por mucho más primitiva pero tiene algunas cuantas claves que reconozco.

Tygus conocía bastante sobre las maquinas que utilizaban, pero él era un felino de acción no un erudito, aunque si podía ver lo que señalaba Leo.

— Ya veo…

Leo al ver que Tygus no estaba del todo seguro quiso darle mucha más información acerca de sus suposiciones, sabía que las decisiones las tomaría él, pero aun así quería tener la confianza de su amante.

— Creo que este cuarto de aquí tiene que ser la computadora central porque al igual que en la nave solo se puede acceder a través de un pasillo y las señales que veo me dicen que la información viene de este punto.

Tygus asintió, aquello era suficiente para él, Leo sabía lo que hacía o por lo menos eso era lo que quería creer.

— ¿No hay sistemas de seguridad? — Indagó Tygus ligeramente asombrado.

— No que yo vea.

— Eso es extraño, no he visitado un solo planeta que no tenga sistemas de seguridad. — Tygus podía apostar su vida por ello.

— No, yo no veo nada.

Leo volvió a revisar el mapa de color azul y al no ver ningún sistema de seguridad repitió su respuesta, no había ninguna clase de protección por el momento, podría estar latente o descompuesta.

No estaba seguro del todo, sin embargo, lo mejor era avanzar con precaución siguiendo los consejos de Tygus, después de todo su amante era quien tenía la mayor experiencia en las misiones foráneas.

— No hasta dónde puedo verlo, pero lo mejor será que avancemos con precaución. — Pronuncio Leo comenzando a moverse en la dirección en la cual esperaban encontrar la computadora central. — No queremos sufrir alguna desagradable sorpresa.

— Tú lo has dicho.

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— ¿Ya lograste comunicarte con ellos? — Pregunto Bengalí por enésima vez.

Torr comenzaba a desesperarse, la atmosfera y algo más le evitaban poder mandar una señal a su capitán y comandante, estaban solos debajo de la tierra, en ese momento tal vez podrían estar pidiendo refuerzos pero no llegaban sus mensajes.

— ¡No! — Dijo lanzando los audífonos al suelo, levantándose de la silla enfrente del panel de control de su nave de caza. — ¡Algo interfiere con las señales!

— Así que están solos…

— Eso me temo. — Respondió Torr enfocando su mirada en el infinito. — Aunque si lográramos volar el dispositivo que no nos permite comunicarnos podríamos llegar a ellos.

— ¿De qué hablas? — Pregunto Bengalí.

— Hay algo que está obstruyendo las señales, un pulso casi imperceptible pero que está allí, sí pudiéramos interrumpirlo podríamos llegar a ellos.

— ¿Puedes localizarlo?

Torr no estaba del todo seguro si ellos podían interrumpir el pulso que cegaba sus comunicaciones, sin embargo después de todo lo que había hecho Tygus por él se sentía como un traidor al no ayudarle y sí algo le pasaba a su capitán jamás se lo perdonaría.

— Podría intentarlo. — Respondió Torr antes de que Bengalí se lo solicitara. — Aunque no prometo nada.

— No pido que lo hagas.

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— ¿Llevas mucho tiempo junto a Torr y Bengalí? — Pregunto de repente Leo, quien se había cansado de caminar en silencio en esos pasillos celestes. — Parece que se conocen muy bien.

Tygus no supo que decir al principio, llevaba tanto tiempo sirviendo junto a Torr y Bengalí que ya los sentía como si fueran de su propia sangre.

— A Bengalí lo conozco desde que somos cachorros... Torr por otra parte es mi especialista en comunicaciones desde hace unos seis años más o menos.

Aquello llamo la atención de Leo, quien quiso saber más, en especial sobre el oficial medico, quien lo trataba como un estorbo, casi como sí su mera presencia pusiera en peligro la vida de Tygus.

— Me imagino que son largas historias.

Tygus no se sentía seguro en esa estructura, esa supuesta tranquilidad era enervante, estaba seguro que de un momento a otro algo aparecería de todos los flancos y quería estar preparado.

Sin embargo al mismo tiempo se sentía con ánimos de responder las preguntas de su amante, no veía cual era la razón de mantener su pasado en las sombras.

— Lo son… — Inicio Tygus pensando en una forma de explicar porque había decidido que Torr, un ocelote fuera parte de su escuadrón. — Durante una misión Torr era miembro de la infantería, mi especialista en comunicaciones no pudo descifrar los candados de una base militar y no podíamos pedir ayuda, ese día creí que sería el último de mi carrera militar.

Leo le observo de reojo, sintiéndose alegre y complacido al ver como Tygus confiaba en él lo suficiente para contarle sobre su pasado.

— De pronto llego este ocelote, era muy joven y estaba muy nervioso, diciendo que él podía romper los candados y comunicarse con nuestros refuerzos.

Tygus al recordar el nerviosismo de Torr sonrió, jamás había visto a un soldado tan asustado al mismo tiempo que aseguraba ser mejor que un teniente de las fuerzas especiales.

— En menos de treinta minutos logro comunicarnos y romper los candados. — Al ver la mirada de sorpresa de Leo, Tygus finalizo. — Obviamente lo promoví en cuanto llegamos a casa.

— Torr suena como un buen tipo.

— Es medio hiperactivo pero es un buen elemento — Respondió Tygus sonriendo en su dirección. — Aunque como otros que conozco siempre dice un montón de tonterías, yo creo que es cosa de la edad o falta de rayas en el pelaje.

— ¡Como si eso tuviera algo que ver! — Se quejo Leo casi inmediatamente.

— Así que admites que dices tonterías. — Insistió Tygus. — Leoncito.

— No soy un leoncito.

— Eres más bajo que yo, más joven que yo y eres un león, lo que te convierte en un leoncito.

Leo no dijo más al respecto y se detuvo delante de una puerta que debía conducirlos a un elevador, el cual a su vez los llevaría a un pasillo que conectaba con el centro de esa estructura.

— ¿Ya te dije que eres muy tierno?

Aquella palabra con T indigno al capitán casi inmediatamente, él no era tierno, él era un tigre y estos no lo eran, por lo menos eso era lo que pensaba Tygus, quien le miro fijamente con un tinte rosado en las mejillas.

— ¿Tie… tierno? — Pregunto Tygus bastante ofendido. — ¿Por qué tierno?

Tygus parecía realmente abochornado, dándole una apariencia sumamente adorable.

— Llevamos poco tiempo como compañeros y ya me pusiste un diminutivo, no me estoy quejando, en sí me gusta que me digas leoncito.

Respondió Leo sonriendo al ver la reacción de su amante, besando sus labios rápidamente para después centrarse en su tarea, dejando a Tygus aun más avergonzado.

Mum-Ra creía que él era el único que lograba que su siempre compuesto capitán enfureciera, pero eso no era cierto, era el único que lograba pintar sus mejillas de rojo, el único que lo dejaba sin habla y el único que podía lograr que su corazón latiera emocionado.

Sí, Tygus cumplía su palabra al entregarse a él como jamás lo había hecho antes, y él se aseguraría que eso jamás cambiara, su tigre era un regalo por la pérdida de su padre en las manos de Lord Mum-Ra, algo que le ayudo a seguir adelante cuando todo parecía oscuro.

Leo quería ser su héroe, quería regresarle la esperanza y darle la paz que se merecía, porque sabía que Tygus había perdido tanto como él pero a diferencia suya, nadie jamás había llegado a rescatarlo.

— ¿Compañeros?

¿Acaso Tygus creía que solamente se estaba divirtiendo con él? ¿Qué su relación sería pasajera?

Tal vez así lo creía pero se equivocaba, él deseaba estar a su lado hasta que envejecieran, en una casita acogedora, con plantas y mucho sol.

Y una vez que la rebelión tuviera éxito podrían marchar a un lugar seguro, podrían cumplir sus sueños.

— Sí. — Respondió Leo con mucha convicción. — Seremos compañeros.

En ese preciso momento se abrió la puerta evitando que Tygus hiciera cualquier otra pregunta, observando con detenimiento lo que parecía ser una imagen imposible, sorprendiendo a ambos felinos que jamás creyeron ver algo como eso.

No después de trasladarse por una superficie estéril con una atmosfera adversa.

Tygus dio un paso en el interior del hueco del elevador, rozando con sus dedos lo que parecía ser una planta con flores de color rojizo, de pétalos hermosos y cuyo aroma era simplemente exquisito.

— ¿Son plantas?

— Eso… eso parecen. — Respondió Leo ingresando en el cuarto, observando la inmensa extensión que tendrían que descender para llegar hasta el pasillo que buscaban. — Están por todas partes.

— Tal parece que tenemos mucho que descender. — Señalo Tygus utilizando su implante para medir cuantos metros serían. — Demasiado.

— Bueno, ya comenzaron los problemas capitán, espero que esta misión sea más a su gusto.

Tygus no comprendió al principio de que le hablaba Leo, quien parecía divertirse con esa situación.

— Decías que estaba siendo demasiado fácil, ya comenzaron los problemas…

Su amante no le prestó atención y comenzó a buscar las herramientas para realizar un descenso, escuchando que Leo hacia lo mismo, el comandante parecía sumamente divertido con todo eso, tanto que le hacía preguntarse porque.

— ¿Qué te parece tan gracioso?

— Que esto no se parece en nada a una cita.
Esto es Slash, es de los Thundercats, quienes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto.
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ladydarkness2012's avatar
Alucinante, me encanto ñ_ñ